Bajo un cielo nocturno agitado por tormentas y custodiado por una luna creciente, una figura femenina emerge como guardiana de un legado ancestral. Su cabello negro, ondulado como las mareas del universo, se funde con la oscuridad que la rodea. Viste una túnica azul profundo, símbolo de sabiduría y misterio, que cae en pliegues suaves sobre su cuerpo.
En sus manos sostiene una vasija de oro y plata, tallada con arabescos antiguos y marcada con el número 11, cifra sagrada que conecta lo terrenal con lo eterno. Rebosa de perlas que no son joyas, sino lágrimas ardientes, derramadas desde el alma y ahora convertidas en ofrenda. Algunas caen, como gotas de tormento, hacia el abismo del mar que ruge a sus pies.
Su mirada, de ojos verdes como la primavera, se dirige hacia el recipiente con una mezcla de dolor, contemplación y poder. Ella no llora: ya ha llorado. Ahora observa, espera, y custodia. Es la heredera de una historia escrita en lágrimas, la danzante de la tempestad, la que busca al alma condenada para hacerle beber su destino.
En sus manos sostiene una vasija de oro y plata, tallada con arabescos antiguos y marcada con el número 11, cifra sagrada que conecta lo terrenal con lo eterno. Rebosa de perlas que no son joyas, sino lágrimas ardientes, derramadas desde el alma y ahora convertidas en ofrenda. Algunas caen, como gotas de tormento, hacia el abismo del mar que ruge a sus pies.
Su mirada, de ojos verdes como la primavera, se dirige hacia el recipiente con una mezcla de dolor, contemplación y poder. Ella no llora: ya ha llorado. Ahora observa, espera, y custodia. Es la heredera de una historia escrita en lágrimas, la danzante de la tempestad, la que busca al alma condenada para hacerle beber su destino.
(POEMA)
Tú bebiste del cáliz sagrado,
vasija de oro y plata
forjada por manos antiguas,
la número once,
donde el infinito
abraza
cada cifra bajo el cielo.
Allí, en su fondo oscuro,
mis lágrimas ardientes
se retuercen, esperando,
mientras mis cabellos,
negros como la noche sin luna,
danzan con la tempestad.
Tras la puerta sin nombre,
custodiada por dos aspids rojas,
duermen las siete llaves
de un mundo mudo,
brillando sobre ébano
y sombra,
donde tus ojos no alcanzan a ver.
Tus manos llenaron la ánfora
con perlas de mi dolor
y ahora rebosa,
sin contención,
a punto de desbordarse.
Alma condenada,
por sembrar
cizaña
entre espigas de trigo sagrado,
por robar la limosna
a los que buscaban la luz.
Toma, con tus manos mezquinas,
un puñado de nuestra madre Tierra
y limpia la maldad
esculpida
en tu rostro
de piedra fría.
En mi corazón duerme
la roca más negra,
la que gira sin fin
en lo profundo
del universo
y que jamás podrás pulir.
Corre.
Huye como lava hirviente
de volcán despierto.
Refúgiate en tu rincón más oculto,
donde mi túnica azul
no se torne púrpura
y envuelva tu frágil materia.
Mis cabellos como henna,
mis ojos verdes como la primavera,
escudriñan cada rincón del mundo
y te buscan sin descanso,
para danzar contigo
la danza del tormento.
La danza en la que beberás
las perlas
de mis lágrimas
en la vasija de oro y plata
que mis ancestros
forjaron para ti.
(Dulcificación de mi poema "Poesía Misteriosa
a un Misterio" Fechado el 5 de Octubre del 2022)

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