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miércoles, 27 de agosto de 2014

Se venden rosas blancas


Era justo lo que estaban buscando hacía tanto tiempo.
Una casa espaciosa, soleada y con un hermoso jardín en el que se levantaba un enorme árbol rodeado de rosales con hermosas rosas blancas.
Y lo más maravilloso de todo...el precio. Resultaba increíble pero habían encontrado el chollo de su vida.
Ana y Juan se abrazaron mientras hablaban atropelladamente:
Ana:
-Cariño por fin hemos encontrado lo que tanto esperábamos.
Juan:
-Sí nena, por fin podemos tener una vida plena en este lugar lleno de paz y naturaleza.

Rápidamente se cambiaron de residencia. No esperaron a que venciera el mes de alquiler de su anterior hogar.

Los primeros meses en el nuevo hogar fueron para Ana de puro ajetreo, colocar cortinas, pintar las paredes un tanto desgastada por el tiempo, pulir los cristales y otros quehaceres propios de un cambio como el que acababan de hacer.
Juan por su parte cuando llegaba de la oficina se dedicaba a cavar en el jardín para preparar la tierra. Quería plantar algunas hortalizas. Habían decidido que sería mitad jardín mitad huerto biológico, así podrían cultivar sus propias verduras.

Como cada año al llegar el día de todos los santos Ana detuvo todos los quehaceres para cumplir con lo que cada año hacía religiosamente: Ir a la tumba de su madre a llevarle un ramos de flores y rezar por su alma. Aquel año iba a ser especial no compraría las flores en cualquier floristería. Iba a llevar sus propia rosas. Había tantas al rededor del gran árbol. Hermosas y blancas como la nieve .


Se levantó temprano. Quería hacer un hermoso ramo de flores frescas y fragantes y atarlas con un lazo azul de seda en el que escribiría en letras doradas :
«Nunca te olvidare»

Tomo la tijera entre sus manos y desprendió la primera rosa de su tallo. Fue en ese instante cuando sintió una oleada de pánico al notar las manos llenas de sangre húmeda y fresca. Era como si hubiera cercenado la cabeza de un ser humano. Se podía oír un llanto quejumbroso que provenía del interior de la tierra donde la raíz de la hermosa flor se alimentaba.


-¡No podía ser! esas cosas no podían pasar. Dominando el terror que sentía tomó las tijeras y se dispuso a comprobar que aquello era fruto de su estado de ánimo a causa de aquel día triste en que iría a visitar la tumba de su madre.


Cortó la segunda rosa. De nuevo se escuchó el llanto. La sangre empezó a fluir por el tallo cercenado hasta formar un charco en el suelo a los pies de Ana.
Al llegar Juan a casa la encontró temblorosa en el sofá con la cara blanca y un frasco de tranquilizantes sobre la mesa:

-¿Qué te ocurre cariño? ¿por qué estás en este estado?
Ana lo miró con los ojos aún nublados por el pánico y con voz entrecortada intentó explicar lo sucedido:
-Ha ocurrido algo terrible. Las rosas del jardín están vivas. Intenté hacer un ramo pero empezaron a sangra y a llorar.
Juan la miró con ojos de incredulidad y casi gritó:
-¡Ana eso no puede ser!. Tiene que haber una explicación lógica. No tiene ningún sentido lo que dices.

Después de estas palabras se dirigió al jardín para comprobar que efectivamente, la tierra que rodeaba los rosales estaba ensangrentada. Sin poder dominar la sorpresa tomó una pala y empezó a excavar para ver que producía aquel extraño suceso.

Al cabo de un largo rato y tras levantar bastante tierra consiguió llegar a las raíces de las plantas. Entonces paró en seco al escuchar un voz infantil convertida en un canto monótono:

-"Mamá nos mató, mamá nos enterró y rosas blancas sobre nuestros cuerpos plantó".
La canción se repetía una y otra vez entre gemidos.
Juan podía sentir como el terror recorría todo su cuerpo. Pero aún así continuó excavando, por fin llego a algo que parecía un pequeño cráneo, una mano y el torso. Aquello no tenía explicación lógica.

Esa misma tarde llamaron a la policía y empezaron las pesquisas.
Hacía diez años, antes de que la casa estuviera deshabitada, había vivido en ella una mujer llamada Nadia, tenía tres hijos, dos niños y una niña de corta edad.
Nadia había denunciado el rapto de sus hijos de los que jamás se supo nada. Todo quedó archivado y ella se marchó del lugar como si jamás hubiera habitado en él.
En los titulares de los periódicos se podía leer en primera página:
«SE BUSCA MADRE ASESINA. PARADERO DESCONOCIDO. SE OFRECE RECOMPENSA POR CUALQUIER INFORMACIÓN VERAZ QUE PUEDAN FACILITAR».

Los niños recibieron sepultura en el cementerio del pueblo. Juan y Ana se marcharon a un apartamento de treinta metros cuadrados en pleno centro de la ciudad, rodeados de cemento y asfalto.

lunes, 18 de agosto de 2014

Ignorancia

Serenata de la muerte/Serenata death
Invisible, opaca, fría
como la escarcha
que dibuja la luna 
en las noches de soledad.
Durmiendo en el lecho 
de un ataúd forrado 
de muerte.
No percibía el canto
de los pájaros en primavera,  
ni contemplaba las puestas de sol
con los ojos asignados al nacer. 
Las cadenas apretaban demasiado
en mis manos  y en mis pies descalzos.
Las rosas que perfumaban el jardín
no sabían nada, 
ni las nubes que jugaban en el cielo  
a dibujar figuras imaginarias, 
ni la hierba, que danzaba
entre temblorosa y punzantes
espinas. 
Mi piel fue de manzana, 
Mi piel fue durazno.
Mi piel fría que envolvía 
mi alma taciturna.
Y tú sólo veías de la vida 
el sabor dulce.
En tus labios dibujados, 
las gotas de hiel 
no tenían sentido ni cabida.
¿Qué sabias tú de mi alma acurrucada?.
¿Qué sabias tú de mi alma muerta en vida?.
¿ Qué sabias tú de mis sentimientos azules, 
donde las palabras eran oscuros abismos?.
¡No sabias nada!.
Te pintaste la cara con pintura
barata para escupir mil reproches amargos,
entre tus labios decorados de perfección.
 Y yo te contemplaba desde mi lejanía,
desde mi ataúd forrado de muerte.

martes, 5 de agosto de 2014

Desde la tierra llamada anden

ALINA Y SU MUNDO MAGICO
No ha sido fácil entender que todo está en mi interior. Que nada voy a encontrar fuera, por más que busque. Mi felicidad o infelicidad sólo depende de mis pensamientos y de mi forma de ver la vida.
Hubo un tiempo en que creí estar muerta. Sólo estaba congelada, esperando un poco de vida para despertar. No se si me gustó abrir los ojos y mirar cara a cara el mundo que me rodea. Lo cierto es que estoy aquí y ahora, con un cuerpo físico que me pertenece y un alma que a veces quiere escapar, para sentirse totalmente libre.
Hallé muchas personas a lo largo de esta senda por la que me tocó caminar.Gente variada, algunas capaces de dar todo por nada y otras que hicieron del egoísmo su lema de supervivencia. Me topé con lobos, ángeles, demonios y maestros que se veneraban así mismos. También, en un recodo del camino hallé a los más humildes. Los que andan descalzos con el alma entre las manos. Los que llevan en el interior de las pupilas el Universo. También pude contemplar hermosas flores y plantas carnívoras que esperaban a sus víctimas disfrazadas de dulzura. 
Este es el aquí y el ahora en el que me ha tocado vivir. La noria para la que no saque billete de comienzo y de final, no deja de dar vueltas y a veces cuando corre demasiado me marea la visión. Prefiero permanecer en el anden, mientras gira vertiginosa, pensar que todas las cadenas están convenientemente engrasadas y revisadas, para que no ocurra un lamentable accidente. 

Nunca fue mi objetivo sacar billete de primera, para subir en la mejor atracción de este tío vivo, en el que todos giramos sin remedio. Sólo quiero pasear con los pies sobre la tierra. Contemplar las estrellas perfumadas de jazmín, respirar el aroma de la hierba y de la tierra recién lavada por la lluvia. Digerir lentamente, eso que todos llamamos vida, desde mis propios pasos, sin que las vueltas acaben por hacerme perder la noción de mi misma.

No me gusta emborracharme de felicidad ni de infelicidad. Muchos acabaron borrachos de sentimientos sin ser conscientes de sus actos. 

Mi alma a la que por suerte o por desgracia nunca le faltó conciencia para sufrir no quiere dar vueltas vertiginosas, sólo quiere caminar de forma sosegada por la vida, sin penas ni glorias, respirando los colores que los ojos no pueden percibir.
https://m.safecreative.org/work/1408051709788-desde-la-tierra-llamada-anden