Nacemos sobre esta tierra agrietada,
sobre ella buscamos narcisos y rosas
para no ver las grietas
que aniquilan el alma.
Hay una cruz negra en el horizonte,
un cuervo vestido de noche
picotea sobre ella hasta descarnarla
y hacer brotar sangre en un río infinito.
Se oye el llanto que espera sin ser oído.
Danzamos una y otra vez la melodía
acostumbrada de la indiferencia.
Suplicamos que nos nos toque
mirar al cuervo de los recuerdos,
picoteando Las almas sin piedad.
Lo envolvemos todo en papel
de colores, hermoso y satinado,
del que anuncia regalos
y bellas ceremonias,
para no ver más allá
del umbral,
del umbral,
de nuestros ojos ciegos.
Tapamos nuestros oídos
con madreselvas y caracolas.
Dibujando bellos horizontes,
mientras el cuervo sigue picoteando
sobre las grietas del alma hasta volverlas
cada vez más profundas y sangrantes.
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