Invisible, opaca, fría
como la escarcha
que dibuja la luna
en las noches de soledad.
Durmiendo en el lecho
de un ataúd forrado
de muerte.
No percibía el canto
de los pájaros en primavera,
ni contemplaba las puestas de sol
con los ojos asignados al nacer.
Las cadenas apretaban demasiado
en mis manos y en mis pies descalzos.
Las rosas que perfumaban el jardín
no sabían nada,
ni las nubes que jugaban en el cielo
ni las nubes que jugaban en el cielo
a dibujar figuras imaginarias,
ni la hierba, que danzaba
entre temblorosa y punzantes
espinas.
Mi piel fue de manzana,
Mi piel fue durazno.
Mi piel fue de manzana,
Mi piel fue durazno.
Mi piel fría que envolvía
mi alma taciturna.
mi alma taciturna.
Y tú sólo veías de la vida
el sabor dulce.
el sabor dulce.
En tus labios dibujados,
las gotas de hiel
las gotas de hiel
no tenían sentido ni cabida.
¿Qué sabias tú de mi alma acurrucada?.
¿Qué sabias tú de mi alma muerta en vida?.
¿Qué sabias tú de mi alma muerta en vida?.
¿ Qué sabias tú de mis sentimientos azules,
donde las palabras eran oscuros abismos?.
¡No sabias nada!.
Te pintaste la cara con pintura
barata para escupir mil reproches amargos,
entre tus labios decorados de perfección.
Y yo te contemplaba desde mi lejanía,
desde mi ataúd forrado de muerte.
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