Hay verdades que no se explican, se sienten. En el silencio del alma, en la paz que brota sin razón aparente, en la fe que nos sostiene cuando todo tiembla… ahí está Dios. No como figura lejana, sino como presencia íntima. Este texto es una invitación a mirar hacia adentro, donde lo divino habita sin ruido, pero con luz
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