empatia.
Había una vez una mamá gallina que tenía cinco pollitos suaves como el algodón. Todos los días salían al campo y correteaban entre la hierba silvestre picoteando aquí y allá. Un día uno de los pollitos se pinchó una pata, con un alambre mientras saltaba . Lloró mucho hasta que el dolor se fue calmando. Sus hermanos lo contemplaban con tristeza. Todos adoptaron diversas actitudes. El mayor de todos ellos busco una hoja verde y sedosa y se la ofreció a modo de pañuelo. Los pollitos medianos se sentaron a su lado para consolarlo. Sólo el más pequeño reaccionó muy enfadado y le gritó:
-¡No llores más me pones triste, no me gustan las lágrimas!. Y de repente empezó a contar chistes y a hacer piruetas como un payaso, al mismo tiempo que giraba la cabeza para no ver las lágrimas de su hermano. El pobre pollitos herido se fue apartando poco a poco. Se quedó sólo debajo de un gran árbol, mientras sentía como se le partía el corazón por la insolidaridad de su hermano. Pasó el tiempo y la patita fue sanando. Un día volvieron de nuevo los cinco al campo a picotear y a jugar entre la hierba. Pero ocurrió que esta vez fue el pollitos al que no le gustaban las lágrimas el que quedó atrapado en una trampa que los cazadores habían colocado para cazar pájaros, de la cual no conseguía librase, cuanto más intentaba escapar más dolor le producía. Sus hermanos dándose cuenta de la gravedad de la situación marcharon a avisar a mamá gallina, ella tenía más experiencia y fuerza y podía librarlo. Se fueron todos menos uno, el pollito de las lágrimas, éste se quedó junto a su hermano herido y le preguntó:
-¿Quieres que te cuente chistes para mitigar tu dolor o prefieres llorar hasta que se calme?. El pollito herido agachando la cabeza contestó entre sollozos:
- No hermano. Ahora no necesito reír, necesito llorar para expresar y mitigar el dolor que siento.
Al escuchar estas palabras el pollitos de las lágrimas buscó la hoja más tierna y sedosa que pudo hallar y se la ofreció como pañuelo. El otro lo miraba con arrepentimiento por no haber comprendido antes lo que su hermano sentía en aquél doloroso momento y tras pedirle perdón le dijo:
-Me equivoqué hermano. No es bueno alejar los sentimientos. Cuando nacemos lo hacemos con el don divino de las lágrimas y de la risa para poder expresar aquello que sentimos. No es bueno girar la cara para no ver el dolor ajeno porque luego lo puedes recibir en tus propio ser. Aceptar la realidad buena o mala para intentar cambiarla es la solución. He pensado que debemos avisar a todos los animales del bosque, de los peligros que hay en él, para que no les ocurra los mismo que a nosotros. Su hermano lo miro con alegría en los ojos por las palabras que estaba escuchado y posó una de sus alitas con ternura sobre él, mientras le contestaba: Me parece una idea genial, jamás se me habría ocurrido esa solución tan maravillosa. FIN
Qué linda historia.
ResponderEliminarQué linda historia.
ResponderEliminarGracias Lú. Me alegro que te haya gustado. Te deseo un hermoso domingo.
ResponderEliminarMuy buena historia. Todo lo que le dicen los pollitos està muy bien ...però serà porquè yo tengo algo del pollito que gira la cabeza i le cuesta ver el dolor, tanto ajeno como propio, necesitaba un fin feliz i que quedara explicito que "mi" pollito se salva....Tambièn entiendo que asi el cuento és menos tópico i no deja de tener un final abierto que creo no hace falta decir como lo termino yo.
ResponderEliminarAcabo de conocer tu blog ... todo lo que he leido me mola. ;) B)
Muchas gracias Oriol por pasar y por tu comentario. Me alegro mucho que te haya gustado el blog. Te deseo un hermoso principio de semana.
ResponderEliminar