A veces me siento triste,
como si la vida fuera un tren,
que sube y baja montañas
y puede descender hasta
el mismo infierno.
El tren de la bruja
fea de mi infancia
que me perseguía en
la feria multicolor.
A veces me siento sola
y no veo la multitud,
ni la oigo.
Simplemente regreso a ese
lugar donde un día cree
mi mundo de colores
entre tinta y papel.
A veces quiero llorar
y otras quiero reír,
pero mi corazón se detiene
y no puede sentir nada.
A veces necesito
el cariño de las personas
que me rodean y otras
me arropo en mi mundo
de colores lleno de hadas,
duendes y fantasía.
y siento el eco de las voces
y siento la risa de la multitud,
pero sólo soy una pieza quieta,
inerte, que observa,
sólo observa, sin encajar
en el engranaje de la vida.
A veces regreso a ese lugar
oscuro y tenebroso, donde hay
monstruos y ogros que lo devoran
todo.
Después las hadas me transforman
en princesa encantada y juego con los
duendes y las ondinas y abrazo a una
rima de Bécquer hasta que siento
todo el amor de su corazón en el mío.
Entonces llega el lobo grande y feo
de Pierrot y soy caperucita que huye,
y busca el cariño de la abuela.
A veces yo puedo ser tantas cosas
y otra no soy nada, sólo una pieza
más en el engranaje de la vida
intentando encajar en un mundo
que no entiende.
En esos momentos vuelve
a mi el pensamiento
lógico de la vida,
"EL AQUÍ Y EL AHORA"
de mi existencia
y miro al cielo
y miro a la tierra
y al puntito del Universo
apenas perceptible
donde está mi alma
y quiero que Dios se siente
a conversar conmigo
y me explique tantas cosas
que no entiendo,
pero él me dice que espere
que sólo espere,
y fije mi mirada
en las manecillas del tiempo
para obtener las respuestas.
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