Ella es un relato corto para Halloween 2018. Los monstruos a veces no son lo que parecen ser.
Ni los percibimos como tales.
La descubrió por casualidad, cuando los primero
rayos de luna brillaban sobre las aguas del
río.
Había aparcado la bicicleta con la luz apagada sobre
un árbol al lado del camino.
Fue entonces, mientras permanecía recostado
sobre el grueso y viejo tronco cuando le pareció
escuchar una especie de chapoteo que provenía
del río.
Pensó que podía tratarse de alguna rana
o quizás unos patos salvajes.
Sin hacer ruido se aproximo, ocultándose
tras las ramas de una frondosa adelfa.
Quedó fascinado al contemplar tan maravillosa
visión.
De espaldas a él, la mujer agitaba la larga
cabellera negra desprendiendo chispas azuladas,
bajo los primero rayos de luna.
El agua salpicaba la nívea piel y esculpía
las perfectas formas.
De repente quedó totalmente quieta.
Como un felino a punto de saltas sobre la
presa.
Se volvió hacia donde él se ocultaba.
Los ojos verdes otearon los árboles, como
si presintiera al intruso.
La pequeña nariz olfateo el aire, intentando
descubrir aquello que no alcanzaba a ver.
Abrió la boca para emitir un grito terrible,
pero sólo el rugido de un animal salvaje
escapó de sus bellos labios de sangre.
El no pudo contener la fascinación y salió del
escondite.
Estaba deslumbrado, quería admirar más de
cerca aquella belleza sobre natural.
Fue entonces cuando ella se dobló sobre su
elástico cuerpo, hasta quedar agazapada sobre
el suelo.
Sus bellos ojos verdes desprendían destellos
de fuego y su boca de dientes perfectos y
níveos emitía un rugido casi infernal.
La adrenalina corría por las venas de él,
hasta desbocar su corazón en el pecho.
Sólo los ojos decían lo que la boca no podía
expresar.
Ella había tomado una forma extraña.
Sus orejas se habían tornado discretamente
puntiagudas.
Sus hermosos labios rojos abultaban sobre
el bello rostro, los dientes brillaban como
la misma nieve y dos colmillos afilados
sobresalían con un magnetismo especial.
Lo miró desafiante a punto de saltar y clavar
las uñas afiladas en la garganta del intruso,
donde podía percibir el latido caliente de
la sangre, impulsada por el atropellado corazón.
El se dejo llevar por la fascinación de aquella
belleza salvaje.
Luego sonrió con las pupilas inyectadas en
sangre y saltó sobre ella.
La mujer licántropo y el hombre vampiro se
fundieron en un abrazo más allá de este
mundo.
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