En un rincón cielo, vivía una niña llamada Celeste, un ángel con alas doradas y un corazón lleno de amor. Celeste siempre había soñado con visitar la Tierra para ayudar a los humanos y aprender sobre sus vidas.
Un día, el Gran Consejo de Ángeles decidió que Celeste estaba lista para su misión. Le dieron una tarea especial: debía bajar a la Tierra y ayudar a una familia que estaba pasando por momentos muy difíciles. Con una sonrisa y un brillo en sus ojos, Celeste desplegó sus alas y descendió al mundo humano.
Al llegar, Celeste se encontró en un pequeño pueblo. Allí conoció a la familia a la que estaba destina a ayudar, que estaba luchando para mantenerse unida después de la pérdida de su hogar en un incendio. La madre, Ana, trabajaba día y noche para cuidar de sus tres hijos, mientras que el padre, Carlos, buscaba trabajo sin éxito.
Celeste, invisible a los ojos humanos, comenzó a trabajar en silencio. Ayudaba a Ana en las tareas del hogar. Ana no entendía lo que eestaba ocurriendo, pero se quedaba con la boca abierta cuando entraba a la cocina y encontrava la sopera llena de una deliciosa y humeante sopa y los platos repletos de exquisita comida y lo único que se ocurría pensar es que eran un milagro que le ayudaba a seguir adelante. Celeste susurraba palabras de aliento a Carlos y jugaba con los niños, llenando sus corazones de alegría. Poco a poco, la familia empezó a notar cambios positivos en sus vidas. Ana encontraba fuerzas renovadas, Carlos recibía una oferta de trabajo inesperada y los niños reían más que nunca.
Un día, mientras jugaban en el parque, los niños vieron a Celeste. Aunque no podían ver sus alas, sentían su bondad y amor. Celeste les contó que era un ángel enviado para ayudarles y que siempre estaría con ellos, incluso cuando no pudieran verla.
Con el tiempo, la familia se recuperó y prosperó. Celeste, habiendo cumplido su misión, regresó al cielo, pero dejó una huella imborrable en sus corazones. La familia nunca olvidó al ángel que les devolvió la esperanza y la felicidad.
Un día, el Gran Consejo de Ángeles decidió que Celeste estaba lista para su misión. Le dieron una tarea especial: debía bajar a la Tierra y ayudar a una familia que estaba pasando por momentos muy difíciles. Con una sonrisa y un brillo en sus ojos, Celeste desplegó sus alas y descendió al mundo humano.
Al llegar, Celeste se encontró en un pequeño pueblo. Allí conoció a la familia a la que estaba destina a ayudar, que estaba luchando para mantenerse unida después de la pérdida de su hogar en un incendio. La madre, Ana, trabajaba día y noche para cuidar de sus tres hijos, mientras que el padre, Carlos, buscaba trabajo sin éxito.
Celeste, invisible a los ojos humanos, comenzó a trabajar en silencio. Ayudaba a Ana en las tareas del hogar. Ana no entendía lo que eestaba ocurriendo, pero se quedaba con la boca abierta cuando entraba a la cocina y encontrava la sopera llena de una deliciosa y humeante sopa y los platos repletos de exquisita comida y lo único que se ocurría pensar es que eran un milagro que le ayudaba a seguir adelante. Celeste susurraba palabras de aliento a Carlos y jugaba con los niños, llenando sus corazones de alegría. Poco a poco, la familia empezó a notar cambios positivos en sus vidas. Ana encontraba fuerzas renovadas, Carlos recibía una oferta de trabajo inesperada y los niños reían más que nunca.
Un día, mientras jugaban en el parque, los niños vieron a Celeste. Aunque no podían ver sus alas, sentían su bondad y amor. Celeste les contó que era un ángel enviado para ayudarles y que siempre estaría con ellos, incluso cuando no pudieran verla.
Con el tiempo, la familia se recuperó y prosperó. Celeste, habiendo cumplido su misión, regresó al cielo, pero dejó una huella imborrable en sus corazones. La familia nunca olvidó al ángel que les devolvió la esperanza y la felicidad.
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