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domingo, 16 de marzo de 2014

La historia de Piluca


Ella es Piluca, a la que llaman en la calle « La Mujer de mala vida». Así la conocían en el barrio por el que cada día paseaba con su falda corta de piel de leopardo y sus medias de colores dejando ver unas piernas bien torneadas y un busto prominente que se marcaba con descaro a través de la semitransparente blusa de seda negra. Las botas de tacón de aguja resonaban en la calzada mientras caminaba en busca de un nuevo cliente.
Aquel día lo encontró en un banco junto al surtidor de la plaza grande. Allí estaba sentado con gafas oscuras y el periódico, ojeando las noticias del día. Tiene pinta de intelectual pensó, mientras acudía a la llamada.
Normalmente solían preguntar por el precio del servicio pero aquél día fue completamente distinto. El la llamó y sin mediar palabra la siguió hasta el motel cercano. Piluca lo condujo a una habitación de mísera y mal oliente, en la que solía realizar su trabajo. Apestaba a alcohol y en el ambiente flotaba un olor a algo parecido al veneno que se inyectan en la sangre para evadirse de la realidad.
Ella lo contempló con expresión provocativa mientras se desprendía de la blusa de seda negra y sin más le preguntó con desparpajo:
-¿Qué tipo de servicio quieres?
Él se limito a mirarla mientras guardaba silencio y se pasaba la mano derecha por las sienes pensativo. Al cabo de un rato tras la impaciencia de la muchacha contestó:
-Hoy va a ser especial. No quiero tu parte material, quiero tu mente.
Piluca lo miró con la sorpresa reflejada en los ojos verdes muy abiertos:
-¿No serás un tío loco, un psicópata?. ¡Sólo me faltaba eso, mala suerte la mía!.
-Él no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras volvía a hablar:
-No. No soy un psicópata. Soy psicólogo. Me llamo José . Quiero que me ayudes a comprender algunas cosas para poder ejercer mejor mi profesión.
-¡Mientras sueltes la mosca no hay problema!, por mi encantada. Y tras agitar la melena rubia Piluca se dejo caer sobre la pequeña butaca que había al lado de la cama esperando acontecimientos.
José saco una carpeta del maletín y extrajo unas hojas blancas y una pluma. Después se presentó educadamente y empezó el  interrogatorio:
-Gusto en conocerte Piluca. Mi nombre es José . Ahora si me lo permites, necesito preguntarte algunas cosas.
La chica asintió con la cabeza mientras él continuaba hablando:
-¿Cuánto llevas en la profesión?
-Desde mi mayoría de edad José . Acabo de cumplir 33.
José continuo preguntando y anotando minuciosamente todo lo que ella respondía:
-¿Por qué decidiste trabajar en este oficio?
-Porque es lo único que conozco como cariño. Nunca me ensañaron otra cosa.
-Pero eso no es cariño Piluca. Es otra cosa diferente. 
En esos momentos las lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de la chica mientras añadía con voz triste:
-Usted José no sabe nada de mi. Pero quiere saberlo y se lo voy a contar:
-Nací en un hogar de la alta sociedad, con todas las comodidades que usted pueda imaginarse. Mi padre era un distinguido señor que sólo me prestaba atención cuando me daba la forma de cariño, que usted dice que no es cariño y que es otra cosa. Me decía que lo hacía porque me quería mucho, que era un juego entre él y yo y que no debía contárselo a nadie porque era nuestro secreto. Después me compraba juguetes y me mimaba. Me decía que era su princesa. Eso pasó durante mucho tiempo. Aprendí que el cariño es un trueque. Cuando llegué a la adolescencia se lo conté a mi madre. Ella me dijo que no me atreviera a hablar de mi padre jamás, que tenía que besar por donde pisaba por todo lo que me había dado. Aquel día comprendí que mi vida siempre sería así, que había nacido para ser lo que soy. Cuando cumplí la mayoría de edad me escapé de casa y empecé mi trabajo. A cambió de él me daban dinero y cariño, el único cariño que he conocido.
-A medida que Piluca hablaba la cara de José había ido cambiando hasta convertirse en una mueca. 
-Te confundió la mente
Después de estas palabras su gesto de transformo dulcificándose por la compasión, al contemplar a la joven que hecha una madeja lloraba desconsoladamente en el butacón de terciopelo rojo.
-Señorita... ¿Usted aceptaría otro trabajo si se lo pagaran bien?
-Ella lo miró perpleja y contestó:
-Es que yo no sirvo para otra cosa, no se hacer otra coas. Nací para esto. Nací marcada.
José no podía contener las lágrimas al escucharla:
-No usted no nació para esto señorita, usted nació como nacen todos las personas en este mundo. Para ser cuidadas, protegidas y educadas. Enseñándoles valores y lo que es el cariño de verdad. A usted le dieron veneno en vez de lo que hay que darle a una persona que está comenzando sus primero pasos en la vida.
Piluca no podía contener los sollozos al escuchar las palabras de José. Con voz entrecortada  empezaron a surgir las preguntas:
-¿Usted cree que eso es así?
-¿Usted puede ayudarme?
-¿De verdad cree que no nací para esto?
José extrajo una tarjeta del maletín y se la entregó  diciéndole:
-Pase mañana por mi consulta por favor. Voy a escribir un libro. Necesito su ayuda para no equivocarme en mis apreciaciones. Desde hoy usted tiene trabajo a mi lado como asesora...
¿Quién mejor que una víctima para asesorarme sobre el tema?. Sólo dígame que acepta y el trabajo es suyo.
Piluca lo miraba boquiabierta sin pode creer lo que estaba ocurriendo mientras la respuesta salía atropelladamente de sus labios teñidos de rojo carmín:
Sí, sí, sí acepto. Gracias.
José dejo unos billetes sobre la mesita de noche y abriendo la puerta se despidió de la muchacha hasta el día siguiente.



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