El consultorio era bastante antiguo . En la pared blanca destacaba el calendario rojo colgado del tablón de anuncios. En él se podían leer los más extraños fragmentos:
-Cure las llagas del alma con bálsamo de amor: Hecho de ternura, paciencia y gotas de comprensión muy concentradas.
-Para el dolor de espalda acaricie a su mascota y comparta con ella un helado de fresa mitad animal, mitad humano.
Y así sucesivamente hasta encontrar infinidad de recomendaciones extrañas y poco propias de un consultorio médico.
Lo cierto es que no se veían fotos de medicamentos por ninguna parte. Sólo grandes letreros y recomendaciones extrañas.
Marta había acudido a la consulta por recomendación de su amiga Laura la cual había ido hace algunos años para superar una terrible depresión.
La muchacha estaba muy nerviosa. Por su cabeza empezaban a pasar un terrible pensamiento: Quizás todo era una broma de su amiga, pero eso no podía ser, Laura no podía gastarle semejante broma en su situación. Acababa de perder a un ser muy querido al que nunca podría volver a ver. Ella sabía que su amiga lo sentía tanto como ella debido al gran cariño que le tenía.
Miro el reloj de pulsera pasaban diez minutos de la hora acordada para la visita y nadie aparecía. De repente se abrió la puerta y apareció una señora muy delgada. Llevaba un pequeño perrito blanco en un bolso de mano.Este asomaba el hocico negro azabache por una de las puntas, mientras ella lo colmaba de tiernos besos y caricias. Los dos parecían muy felices. En la otra mano llevaba un paraguas en forma de pera con un letrero extraño: Los corazones de las mascotas llenos de amor curan el mal de la decepción.
Un señor de bigote fino y retorcido iba tras ella. Este se acercó a Marta. Debía ser el médico por su bata blanca y el letrero que lucía en la parte derecha de pecho:
«DOCTOR ESTRAFALARIO"
-Hola usted debe ser Marta, perdone mi tardanza, venga conmigo por favor.
Marta siguió al hombre delgado de bigote singular hasta estar dentro de la habitación.
El la invitó a sentarse en una butaca en forma de naranja que produjo una música parecida a la lluvia al percibir el peso de la chica.
-Diga señorita que le trae por aquí.
Doctor...¿Le puedo llamar estrafalario?
-Por supuesto señorita, es mi nombre, faltaría más.
-Doctor estrafalario hace un año perdí a un ser muy querido que ya no podré volver a ver jamás, estoy muy triste, todos dicen que tengo depresión. He visitado diversos médicos pero ninguno sabe como acabar con esta dolencia, si usted pudiera ayudarme le estaría muy agradecida.
-Bien señorita, lo intentaré...y dígame -¿ha tomado quizás algún tipo de fármaco para esta dolencia?.
Marta sacó un frasco azul del bolso y lo depositó sobre la mesa. En él se podía leer claramente el nombre: ANTIDEPRESIVOS.
El la miró mientras se rascaba la barbilla:
¿No sintió ninguna mejoría con el tratamiento?
-En absoluto doctor sigo sin poder superar la tristeza.
Comprendo señorita, añadió el doctor Estrafalario mientras se retorcía el delgado bigote entre los dedos con gestos pensativo.
Después de esto abrió un cajón y sacó una libreta y una pluma que emitía una intermitente luz violeta.
-Señorita usted debe seguir este tratamiento durante seis meses seguidos. Preste mucha atención:
-Cada día debe escribir sus sentimientos con la tinta de esta pluma. Absolutamente todo lo que sienta: Lágrimas, sonrisas, pensamientos, reflexiones, cuentos, poesías y cualquier cosa que le venga a la cabeza.
Es de suma importancia que sea sincera en lo que desea expresar. Deje que las letras se amotinen y formen barricadas, que sueñen, que canten, que hablen de amor, de penas, de dolor, de alegría y de todo aquello que su alma desee sacar de su interior. Las tiene que dejar libres, que corran sobre el papel, debe observarlas mientras viven. De esa forma ellas le transmitirán la vida de nuevo y todo aquello que pesa demasiado se aligerara. La magia de esta pluma lila conseguirá hacer el resto.
Marta no podía salir de su asombro. Aún así decidió probar el método del doctor Estrafalario. Al salir de la consulta ni siquiera recogió el frasco de antidepresivos que había depositado sobre la mesa. Simplemente dio las gracias y se marchó tras pagar la minuta acordada consistente en una bolsa de caramelos café con leche y dos barritas de turrón de chocolate.
Pasaron seis meses de riguroso tratamiento. En la casa de Marta se podían ver las letras saltar sobre el papel, reír, enfadarse, contar chistes, jugar al póker, peinarse unas a otras y acicalarse con perfumes de sentimientos. Por su parte en la cara de Marta se había dibujado una sonrisa de paz y felicidad maravillosa. Las revoltosas compañeras habían logrado el milagro. Volvía a sonreír, volvía a sentir la vida.
https://www.safecreative.org/work/1409071927312-el-doctor-estrafalario
Has descrito el tratamiento para la depresión más acertado que pueda haber, y de la mano de un cuento que forma parte de la vida. Más cariño por uno mismo y menos química. Las mascotas, son seres excepcionales. Me encantó el relato. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchas gracias Mila por leer y comentar. Pienso que escribir es la mejor terapia que existe. Las mascotas son seres capaces de obrar cosas extraordinarias en los humanos. Feliz sábado amiga Mila.
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