Ella se mira al espejo y van surgiendo los recuerdos
de la mujer que volaba sobre los albores de la vida.
La mujer fuerte, luchadora, la mujer llena de ilusión.
Sus ojos se empañan de lágrimas,
la imagen ya no está clara, se desdibuja sobre el cristal.
Surge el boceto de un monstruo despiadado, enfurecido,
escupiendo humillaciones sobre el mutilado vidrio.
Él que empaña su ilusión y sus ganas de vivir.
El camaleónico ser que intenta borrar los golpes,
el dolor de su alma y las ojeras de sus ojos
con un ramo de flores o una caja de bombones,
con sabor amargo a lágrimas y a decepción.
Él la culpa de todos los escarnios en su vida
y la maldice y la golpea una y otra vez.
Ella baja la mirada, agacha la cabeza,
siente el peso de la culpa y la vergüenza.
Los gritos resquebrajan las paredes de la casa.
Su cuerpo maltrecho, dolorido, sin esperanza,
queda roto en el suelo, sin encontrar solución.
Él la ha convertido en una muñeca de papel.
El llanto de los niños suena en sus oídos
que sangran por los golpes recibidos.
El más pequeño de todos se arrodilla
en el suelo a su lado, junto a ella,
le acaricia la cara ensangrentada,
con un gesto de impotencia
de sus dos años recién estrenados.
El mayor con apenas ocho cumplidos,
la contempla con los ojos muy abiertos
desde la punta sus pequeños pies.
¿Y ahora qué?
¿ángel o demonio?
¿y ahora qué?.
Tantas veces perdonó
al que la vida le roba,
que hasta la cuenta perdió.
Ahora con las alas rotas,
cuando el alma le sangra,
pude entender tantas cosas:
"No pueden cambiar las personas,
a veces ni siquiera mejorar".
-¡Levántate mujer!.
Oye una voz que le dice en su interior,
-¡Levántate!.
-¡Mira adelante con la cabeza muy alta!.
-¡No la vuelvas a agachar!.
-Tus hijos te necesita,
necesitan un hogar donde haya respeto,
amor y paz.
-Toma la bandera de la dignidad y extiéndela.
-¡Remienda tus alas rotas, empieza de nuevo a volar!.
Se levanta vacilante, toma a sus dos hijos de la mano
y abre los labios amoratados, antes siempre cerrados
para gritar alto y claro :
-AYUDA POR FAVOR, AYÚDENME POR DIOS.
La tumba está vacía, se acabaron la noches de pesadillas.
Ha soltado las cadenas y vuela libre como una paloma en libertad.
Sus dos hijos desde lo más profundo de sus almas musitan.
GRACIAS MAMÁ.
Que tristeza me ha producido leer este texto, María, y más sabiendo que esto es el pan diario de muchas mujeres y en consecuencia de los hijos. Nunca llegaré a entender tanta barbarie a no ser que piense que quién propicie tanto dolor esté tan enfermo que no ve su propio calvario.
ResponderEliminarLa protagonista de tu relato dio por fin terminado su mal vivir, tuvo la suficiente valentía de decir adiós y salvar con ella a sus hijos, ahora podrán ser libres.
Creo que de la forma que sea, tenemos la obligación de ayudar y decir BASTA.
Gracias en nombre de tantas víctimas de este género.
Un fuerte y cariñoso abrazo, mi querida amiga.
Muchas gracias Mila. Lamentablemente es una lacra terrible de nuestra sociedad que por desgracia se sigue repitiendo. Un abrazo.
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