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domingo, 7 de abril de 2019

Flores silvestres para las llagas de Jesucristo Cuento de Semana Santa

Las flores silvestres las más humildes de todas son las que ofrece la pequeña María a Jesucristo crucificado. Un cuento especial para Semana Santa. Un cuento para reflexionar sobre esta fecha y lo que significa



La pequeña María era tan pobre que no tenía ni zapatos. Se cubría los pies con dos bolsas de plástico encontradas en el vertedero cercano. Sólo tenía a su madre y esta estaba enferma en cama hacia años. La mujer se debatía entre la vida y la muerte y la chabola en la que vivían dejaba pasar el frío a través de las delgadas tablas.  Al día siguiente empezaba la Semana Santa en el pueblo cercano. María quería  pedirle a Jesús un milagro, que sanara a su madre. Pero ella que le podía ofrecer a Dios si no tenía nada para darle.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano para recoger un ramillete de flores silvestres en el campo. Cortó preciosas margaritas blancas como la nieve y amarillas como el mas noble metal. También amapolas rojas como la sangre y ató el ramillete con una brizna de hierba.
Este regalo es para ti mi buen Jesús. No te pudo llevar nada más. No tengo nada sólo mi corazón y el gran amor que siento por ti.
Salió camino al pueblo. Con los pequeños pies envuelto en las viejas bolsas de plástico y su mejor vestido el cual estaba hecho jirones por el tiempo y la miseria.
Al llegar a la plaza principal, la niña se escondió detrás de un banco que había cerca de la pared. No quería que la viera nadie. Tenía miedo que al verla andrajosa y pobre la echaran del lugar. Ella sólo quería ver a Jesús. Quería quitarle el dolor de los clavos que los hombres le habían puesto, abrazarlo y pedirle por su madre enferma que se estaba muriendo.
Salió la procesión con la músicos detrás y toda la muchedumbre vestida para la ocasión. Se detuvo unos momentos bajo uno de los balcones de la plaza. Esperaban uno de los cantos que los fieles le dedicaban cada año. Fue entonces cuando María salió de su escondite. La gente permanecía absorta y nadie reparo en la pequeña. María muy despacito se fue acercando a la imagen de Jesucristo crucificado. Estaba demasiado alta... ¿Cómo podría ella tan pequeña llegar a nuestro señor?.  Dos  lágrimas rodaron por sus pálidas mejillas infantiles:
-No puedo llegar a ti señor soy tan pequeña que no alcanzó a darte un beso, ni a quitarte los clavos y curarte las heridas.
Fue entonces cuando ocurrió el milagro en el que nadie reparó.
Dos alas crecieron en los pequeños bracitos flacos de la pequeña María y la niña empezó a volar como un ángel hasta situarse a la altura de Jesús
-Pequeña María- dijo Jesús. Soy muy feliz de que estés aquí a mi lado
-¿Señor te duelen las heridas?
Son las heridas de amor María. El amor siempre es amor pequeña María.
-Señor quiero curarte las heridas. No quiero que sangres, ni quiero que te duelan
Y la pequeña María con un pico de su roído y gastado vestido hecho jirones secó la sangre que manaba de las llegas abiertas de Cristo. Después puso el humilde ramo de flores silvestres bajo la cruz diciendo:
-Señor las cogí en el campo para ti. Ellas son pobres también. Crecen solas en el campo, pero no por eso tienen menos amor que las cultivadas.
Gracias por tan bello regalo María.
-¿Pequeña María te gustaría venir conmigo al cielo?
Al oír estas palabras a la niña se le iluminaron los ojos de felicidad. Pero al momento sus pupilas se llenaron de tristeza:
Sí me gustaría mucho. Pero mi madre esta enferma. No puedo dejarla, siempre la cuido y no quiero que se quede sola señor.
Esta bien pequeña María ella también nos acompañará
La procesión siguió adelante con todo el gentío detrás y los músicos tocando una bella melodía.
Detrás del banco de piedra la pequeña María yacía con los ojos cerrados y una dulce expresión en el rostro. Un ramillete de flores silvestres entre sus manos brillaba como la más maravillosa estrella Licencia de Creative Commons
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