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INTRODUCCIÓN
A veces el dolor más profundo no viene del golpe, sino del silencio que lo sigue. Esta reflexión nace de la necesidad de dar voz a quienes han sido ignorados, juzgados o apartados. Porque mirar hacia otro lado también es una forma de violencia.
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Vivimos en tiempos donde la empatía parece haber sido sustituida por la indiferencia y donde las apariencias pesan más que la verdad. En este escenario, las víctimas de injusticias no solo sufren el daño inicial, sino también el abandono colectivo. Esta reflexión nace del dolor de observar cómo el mundo gira la cara ante el sufrimiento ajeno.
Cuando algunas personas parecen tener horchata en lugar de sangre en las venas y pelos en el corazón en vez de sentimientos… Dicen que solo sentimos verdaderamente las cosas cuando las vivimos en carne propia y probablemente sea cierto. La prueba está en lo que ocurre cuando alguien sufre daño: muchos miran hacia otro lado y continúan como si nada pasara.
Eso es injusticia pura. Pero en el mundo en que vivimos, donde todo se disfraza con palabras bonitas y apariencias cuidadas, no sorprende que sucedan estas cosas. Se le da una patada a la víctima con el beneplácito de la sociedad y encima se apoya al agresor.
¿Respeto? ¿Vergüenza? ¿Humanidad?
¿Qué título le pondrían a esto?
Ya saben… las víctimas son “raras”, “antisociales”, por eso se apartan. Porque no encajan en una sociedad que mira hacia otro lado, hace la vista gorda y permite injusticias que claman al cielo.
¿Y cómo creen que se siente la víctima ante este comportamiento? Los agresores suelen ser más fuertes y expertos en el arte de la hipocresía, lo que hace más fácil ponerse de su lado y reírles las gracias. Luego se habla de justicia, de civismo, de valores… palabras que suenan bien pero que muchas veces se quedan en la superficie.
Está sentada al final de la fila, en ese rincón donde los sonidos se apagan y la luz se acobarda. Su cuerpo no ocupa espacio: se ha hecho pequeño, como si estuviera pidiendo permiso para existir. Tiene el cabello caído sobre el rostro, casi como si supiera que mostrar la tristeza la hace más vulnerable. No llora, pero hay un temblor sutil en la forma en que sostiene la mochila… como si cada hebilla le sujetara el alma.
Los demás murmuran, se ríen, caminan a su lado como si fuera invisible. Uno la señala. Otro la empuja. Otro se burla sin siquiera mirarla. Ella no responde. Tiene la boca tapada por una cinta imaginaria, la que pone el miedo, la vergüenza, la costumbre de no molestar.
🎒 A veces aprieta los ojos fuerte, como queriendo borrarse. A veces los abre de golpe, como si esperara encontrar a alguien que la vea. Pero no hay nadie. Solo paredes con carteles que dicen "Respeto", y pupitres que nunca giran hacia ella.
Y en medio de ese silencio que pesa, hay algo que aún resiste: una mirada profunda, llena de mundo, esperando un gesto, una palabra, un “te veo”.
🕊️ No todos miran. Pero a veces basta con que uno lo haga.