En un rincón humilde del mundo,
una niña pequeña,
con hambre y sin rumbo,
muerde su pan como el más preciado
festín, y bebe su agua
como si fuera un jardín.
Sus ojos, dos luceros de pura inocencia,
con mirada de esperanza y dulce paciencia,
miran al cielo, sin pedir ni clamar,
solo sueñan en silencio con poder descansar.
Y entonces aparece, sin trompeta ni voz,
un ángel sin alas, enviado por Dios.
Una figura serena, de luz y ternura,
con manos abiertas y alma pura.
Le ofrece comida, vestido y calor,
una muñeca,
un gesto, un abrazo de amor.
La niña sonríe, su rostro florece
y en su corazón la primavera amanece.
El ángel sin alas besa su mano pequeña,
porque sabe que ante él hay una niña risueña,
una princesa en su dulzura y dolor,
que merece la vida, la dicha y el amor.
Y ese ser sin alas, que llegó sin aplauso,
es un ángel que camina,
sin hacer ruido por este mundo.
Aunque pase inadvertido en su paso fugaz,
su luz se siente en el alma… y nunca se va.
Tintero creativo 13/92025)