A lo largo de los siglos, la humanidad ha atravesado guerras, revoluciones, avances éticos y conquistas sociales. Pero hay patrones que se resisten a morir. Como sombras que nunca se disipan del todo, vuelven a proyectarse sobre nuevas causas, nuevos discursos, nuevas justificaciones.
Hoy, el daño se maquilla de nobleza, la represión se disfraza de libertad y la hipocresía se viste de justicia. Esta reflexión nace desde la necesidad de reconocer esos ecos que aún nos habitan, para que el progreso no sea solo técnico, sino también humano.

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