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domingo, 28 de julio de 2013
Sueño o realidad. Curvas y rectas de la vida
La noche había sido demasiado larga. Aún perduraba parte de la oscuridad. Intento coger el vaso de agua que todas las noches dejaba sobre la mesita de noche. Pero la mano traspaso el vidrio policromo, liviana y volátil como el humo. -¿Qué me ocurre?- Se preguntó asustada. El terror fue en aumento a medida que transcurría el tiempo y contemplaba a la gente caminando por las calles sin que nadie pudiera verle ni oír su voz. De repente pudo comprender el porque de aquella extraña situación: Había muerto mientras dormía. Ni siquiera había sido consciente si continuaba soñando o simplemente estaba muerta. Voló entre los edificios de cemento y hormigón. Traspasó las ventanas de muchos de ellos y pudo escuchar el sonido de diferentes voces que se mezclaban con el el viento y con su alma. Ahora estaba de nuevo en la que había sido su casa. Los miramelindos dibujaban sombras, entre las baldosas rojas del patio de la entrada. Había un extraña fragancia en el ambiente a cirios mezclada con lirios frescos. Recordó la canción que cantaba hacía mucho tiempo, en el corro, mientras jugaba con algunas niñas de la calle:
Si muero de noche
cuando mi alma sueña
señora fría de la guadaña.
«"""""""""""""""""""""»
Que Dios me busque,
que Dios me lleve,
al cielo dulce,
al cielo azul,
de bellas rosas,
donde los ángeles
juegan con mariposas
y visten de luna y tul»
Ahora estaba muerta. se podía contemplar así misma en aquel ataúd de madera barnizada, con aroma a cera y lirios recién cortados. Allí en el comedor de su propia casa, velada por personas que vestían estrictamente de gris y negro. Recordó a su extraña amiga que siempre le decía:
-La vida está hecha de tramos rectos y curvas. Todos acabamos encontrando tarde o temprano una de ellas.
Siempre se había reído de esas cosas. En realidad se había reído de todo aquello que jamás debió tomar a la ligera. Del dolor ajeno. Mientras otros lloraban, ella reía. En el fondo se alegraba de que el marrón le tocara a otros y no a ella. Se burlo muchas veces de las lágrimas. No sólo eso. Instigo con sus comentarios y burlas a que otros también lo hicieran. Ahora no sentía deseos de reír. Ni siquiera podía llorar. Allí al lado del féretro estaba su misteriosa amiga. Llevaba una rosa roja entre las manos. Las lágrimas caían mansamente por sus mejillas mientras repetía en un susurro apenas perceptible:
-Te lo dije tantas veces y nunca quisiste escuchar. La vida está llena de curvas y todos encontramos la nuestra tarde o temprano. «Que Dios tenga piedad de tu alma»
Al oír esas palabras contempló su propio rostro blanco como la cera entre los lirios y algo la arrastro lejos de aquel lugar, donde sólo había oscuridad.
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