-¡Soy una princesa, soy una princesa...!.
La niña daba vueltas mientras gritaba y reía. Su hermoso vestido de fiesta brillaba bajo la luz de la lámpara de cristal con reflejos maravillosos.
-Nena te vas a marear. No sigas dando vueltas. Vamos tenemos que darnos prisa, los invitados esperan abajo.
Las dos, madre e hija, cogidas de la mano bajaron la escalera de mármol. Todos esperaban al lado del gran pastel de cumpleaños. Era el quinto cumpleaños de Aitana y sus hermosos ojos brillaba de ilusión.
La fiesta fue un éxito. La niña había abierto todos los regalos nerviosa y excitada ante la novedad. Cuando todos
se marcharon, Aitana se fijó en uno de los paquetes, el último que había abierto.
-Mami este regalo es extraño... señaló con el pequeño dedo un payaso sentado sobre una bicicleta antigua, que al darle cuerda, emitía una especie de ruido parecido a una risa melancólica, mientras hacía girar los pedales.
-Mami...¿Por qué está triste el payasito?. Los payasos siempre hacen reír a las personas.
Isabel miró a su hija sin saber que responder. Lo cierto es que el payaso de juguete parecía muy apenado sentado sobre su medio de locomoción.
Tras reflexionar respondió:
-Aitana a veces las cosas no son lo que parecen, también hay payasos tristes.
-¿Y por qué hay payasos triste mami?
¿Y si están tristes porque ríen y no lloran?. Deberían llorar como hago yo cuando me lastimo, hasta que se pasa el dolor.
-No siempre es así hija. Hay personas que piensan que las lágrimas no son buenas y las evitan, prefieren mostrar una máscara ante los demás. Esas personas siempre tienen una sonrisa pintada en el rostro, una sonrisa ficticia.
-Mami yo cuando estoy triste lloro mucho y después cuando las lágrimas se van vuelve la sonrisa y me siento mejor. Si intento no llorar me quema por dentro, es como si no pudiera respirar. Pobre payasito mami, sólo puede estar triste, pero no puede llorar. Me da mucha pena. Creo que es muy desgraciado.
Sí Aitana hay personas como este payasito que son muy desgraciadas porque no se permiten sentir sus propios sentimientos, creen que eso las vuelve débiles y vulnerables y pierden lo mejor de esta vida, ser ellas mismas.
Aitana contempló con compasión el pequeño juguete y lo apretó contra su pecho.
-Mami desde ahora voy a cuidar del payasito como tú haces conmigo. Le voy a enseñar todo lo que tú me ensañas a mi. Seguro que aprende a llorar y a reír de verdad y no de mentira.
Isabel miró a su pequeña hija complacida. Acababa de cumplir cinco años pero a veces al hablar con ella, en su inocencia, sentía como si la pequeña Aitana hubiera vivido toda una vida y sólo estuviera recorriendo una vez más el camino de un nuevo amanecer.
(Imagen utilizada del payaso, en el dominio público:
http://www.publicdomainfiles.com/show_file.php?id=13953943213447
Premio concedido a este escrito, como relato del año 2015, a la creatividad y originalidad, por el equipo de moderadores de la comunidad "EDUPSIQUE: Narrativas multiformes" . Muchas gracias a todos los moderadores y a esta encantadora comunidad en la que escribo.
Es habitual desgraciadamente, que aún se utilicen máscaras físicas para eludir los sentimientos o engañar, por interés u otro interés absurdo. No hay nada como una sonrisa sincera, franca, de las que impactan en el alma.
ResponderEliminarTu relato plasma muy bien algunos aspectos de la sociedad, y Aitana a su corta edad y bien educada, seguro que miraría la vida con sinceridad. Me ha gustado mucho. Un abrazo que aunque virtual, es sincero.
Muchas gracias estimada. Te mando mi más sincero cariño. Feliz jueves amiga.
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