La despertó el sonido de un villancico en una voz demasiado familiar y querida por ella:
En el cielo se alquilan balcones para un casamiento
que se va a hacer...
que se casa la virgen María con el patriarca señor san José...
El olor a a rosquillas de anís y a pestiños envueltos en canela y miel era inconfundible.
No podía ser o quizás si lo era y todo había sido una terrible pesadilla.
Un mal sueño del que ahora despertaba y la realidad era la que deseaba que fuera.
Caminó descalza hacia la cocina.
Estaba allí, envuelta en su bata azul, sacando las últimas rosquillas de la sartén.
La emoción se apoderó de su voz y casi lloró al pronunciar:
-Mamá
La abrazó muy fuerte. Como si quisiera que aquel momento perdurara para siempre.
Ella la contempló con dulzura:
-Hola hija mía. ¿Has dormido bien?.
Las palabras salieron atropelladamente entre sus labios:
-¿Esto es real o sólo es parte de un sueño?
Ella sonrió:
-Hoy es Navidad cariño, puede ser lo que tú quieras que sea. Deja que la magia te envuelva en este día.
-Te quiero tanto mamá. Te he echado tanto de menos. Quería correr tantas veces a tu lado. Ellos me alejaron de ti para siempre. Me hicieron tanto daño mamá, todos ellos.
Una lágrima afloró en las pupilas de la señora de la bata azul:
Lo se todo hija mía. Los seres humanos se dejan llevar por el egoísmo. Sólo buscan la materia anteponiéndola a cualquier otra cosa. Se dejan dominar por los bajos instintos y destruyen lo más sagrado de la vida. Ahora hija mía ha llegado el momento de que cada uno siga su propio camino y recoja todo aquello que sembró y labró con tanto ahínco. La siembra esta madura. Es el momento de recoger los frutos amargos o dulces que cada cual cuidó con tanta pasión y esmero. No olvides nunca lo parecida que somos las dos. Te lo dije muchas veces, tú y yo somos iguale. Mira papá también ha venido a celebrar la Navidad con nosotras. El también lo sabe todo. No llores más hija mía. Tus lágrimas se clavan en nuestras almas y no nos permiten descansar en paz. Este es nuestro momento. Dame un abrazo muy fuerte.
El hombre cruzó el umbral de la puerta y se unió al abrazo con las dos mujeres, mientras el olor a rosquillas recién hechas y pestiños se extendía por la cocina.
El despertador sonó como un martillazo. Lo desconectó a tientas.
Como un fogonazo recordó aquello. No sabia si era realidad o un sueño más. Saltó de la cama y corrió hacia la cocina casi gritando:
-Mamá...
Nadie contestó a la llamada. Al llegar a la estancia descubrió sobre la mesa el plato de rosquillas y pestiños envueltos en canela y miel. Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. No había sido un sueño. Sus dos seres queridos y especiales habían venido celebrar la Navidad con ella y después partieron hacia la eternidad. Las palabras sonaban en sus oídos:
-Ahora ya lo sabemos todo hijas mía. No llores más cariño. Tus lágrimas se clavan en nuestras almas y no nos dejan descansar en paz.
Precioso y conmovedor, triste también aunque al final queda esperanza: y la certeza de que nuestros seres queridos nos acompañan siempre. Me ha encantado, un beso enorme
ResponderEliminarHermoso, emotivo.. Gracias, Cuídate, Feliz NAVIDAD gracias por caminar a mi vera. besitos
ResponderEliminarEstimada Chari muchas gracias. Espero que hayas tenido una maravillosa Navidad. Sigo de vacaciones amiga, por eso últimamente no estoy mucho por aquí. Feliz año nuevo amiga. Un abrazo.
ResponderEliminarGaracias Maríjose. Aún sigo de vacaciones, por eso no estoy mucho por aquí. Espero y deseo que hayas tenido una Navidad maravillosa y que el año nuevo lo pases muy bien y te traiga muchas cosas hermosas. Un abrazo. Feliz año nuevo.
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