El tren de la bruja

El tren de la bruja es un texto que nos lleva a nuestra niñez.A las ferias de algodón de azúcar y manzanas de caramelo. Con la típica bruja y el típico tren. En la niñez las cosas todas se ven diferentes porque todo lo vemos con los ojos de niños.
 
  Las luces de colores parecían caramelos de limón, menta y coco. Casi las podía saborear en la imaginación de mi infancia. Sonaba la música del tío vivo y el aroma a algodón de azúcar y manzanas de caramelo todo lo llenaba. El hombre con la barba de varios días tenía un carrito con ruedas grandes y compartimientos de madera vieja y desgastada. En su interior las frutas escarchadas, las almendras, garrapiñadas y camarones en cucuruchos de papel grueso mostraban su mejor cara al público que se agolpaba intentando acceder a algunos de aquellos deliciosos manjares sólo disponibles pocas veces al año en aquellas ferias de colores brillantes y bulliciosa alegría.
Mi vestido pasaba del azul al lila bajo aquella luminosidad y los lunaritos blancos se convertían en pequeñas lunas escarchadas. En mi cabeza dos claveles sonreían en azul y blanco. Allí estaba el tren de la bruja con la careta fea y sonriente intentando atrapar a los pequeños que se apretujaban en los asientos de madera...Piiiiiiiiiiiiii. Mis pequeños dedos apretujaban las cuentas de plástico del liviano collar como si aquello fuera la salvación divina ante la fea bruja que reía con malévolas carcajadas. Sentí unas manos que me hacían volar por el espacio y poco después me encontré en uno de aquellos columpios que volaban hacia el cielo. Sentí el espacio lejos y cerca al mismo tiempo. Me aferré con fuerza a las cadenas que protegían mi alma y mi pequeño cuerpo mientras la bruja seguía desde el tren pintado de rojo con manzanas verdes chillando y riendo de forma
grotesca