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miércoles, 23 de diciembre de 2020

Reparando corazones

Recuerdo que cuando era niña me quedaba extasiada ante la belleza de la Naturaleza. No me cansaba de observar cada detalle. Podía pasar horas mirando la luna. Era tan hermosa. Su luz era dulce y tierna y sus rayos inundaba mi pequeña alma alimentándola, mientras las estrellas hacían caminitos de plata en el cielo de la noche.

¿Recuerdas papá?
¿Puedes verlo ahora desde ese lugar donde los ojos del alma todo lo alcanzan?
Durante el día las nubes eran Paraísos que se alzaban con miles de formas diferentes y maravillosas: Castillos princesas, dragones, caballos alados...Con la luz del día llegaba el País de la fantasía, construido en el espejo azul del cielo.
Estoy segura que nací en un día en el que hacía mucho frío, porque el recuerdo helado siempre lo he llevado conmigo tiritando en mi alma. No soporto el frío, me hace temblar de pies a cabeza. Tú bien sabes que siempre tuve aquella manía de arreglar todo los corazones rotos, que encontraba en mi camino. Soñaba con volver a juntar los pedazos de vida y reconstruirla de nuevo. Ignoraba que había cosas que le estaban vedadas a mis pequeña manos hacerlas realidad
LA PEQUEÑA GARZA
Yo la quería curar papá.
Pensaba que la podía curar.
Estaba enferma,
¡Pobrecita!.
Tú apareciste con ella
aquella mañana fría.
Toma dijiste,
no creo que sobreviva.
Pobre garza papá.
Estaba muy delgada
y apenas se sostenía en pie.
Yo la quería curar con mis
pequeñas manos y mi pequeño
corazón y miraba al cielo
y buscaba un milagro,
entre la magia de las nubes.
Tenía las plumas deslucidas,
los ojos entrecerrados
y la cabecita agachada.
Pero yo tenía esperanza,
creía en la magia
del cielo de nubes blancas
y algodonosas.
Creía que todo era posible
y que podía reparar
aquel pequeño
corazón, para que siguiera
latiendo.
Ignoraba que la pobre garza
debía marchar,
como todo marchamos algún día.
Y cerró los ojos aquella mañana
de invierno, su alma voló lejos
para buscar su propia bandada
de aves y cantar la canción
de las almas libres.
Corrieron las lágrimas
por mis mejillas, junto con
mi dolor y decepción
Gracias papá por aquella
pequeña ave,
que despertó mi compasión
más profunda, fe y esperanza.
Tú bien sabes que siempre
fui una soñadora difícil
de entender.
Callaba y soñaba
con aquellos castillos de nubes
que se formaban en el cielo,
porque si existía aquella magia
todo podía ser posible.
Pero se fue la pequeña garza
con las demás
almas aladas,
se fueron todas juntas
besando la luz
del amanecer.
Ahora tampoco estás tú
en en esta Navidad,
ni en este nuevo año.
También tú te marchaste
por el camino de nubes
mágicas,
por donde caminaba
mi alma de niña,
en mis sueños infantiles.
Ahora habitas en una
estrella que está más allá
de este mundo y yo estoy
aquí recordándote y recordando
aquellos momentos que ya
no volverán.
Tú sabes que te quiero mucho,
que te echo de menos y que quisiera
verte sonreír con aquella sonrisa
tierna y dulce y aquellos ojos claros
de vida.
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