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jueves, 29 de octubre de 2020

¿Lobo o cordero?

 Nunca he juzgado a nadie. No tengo la capacidad para hacerlo. Primero hay que colocarse en los zapatos del otro y caminar con ellos. Saber hasta que punto le sangraron los pies en su camino y hasta que punto se le partió el alma. 

Nadie posee la verdad absoluta entre sus manos para tener el privilegio de juzgar a otro ser humano.

Nadie sabe cuantas noches y cuanta oscuridad cubrió esa vida que pretendemos juzgar.

No soy escritora . No soy poeta. No soy experta en nada. Sólo soy una persona. Nada más que eso. Un armazón de huesos, piel y sangre que transita por el mundo y que muchas veces no puede entender muchas cosas. Mi entendimientos se queda corto porque mi aprendizaje como ser humano está incompleto. Me falta mucho por aprender. Ni siquiera se si este mundo tendrá días suficientes para asimilar todas la enseñanza que necesito para entender tantas cosas que no entiendo. Ponerse en los zapatos y la piel del otro no es fácil y corremos el riesgo de cometer graves errores e injusticias. 

Si me dan a elegir entre ser lobo o cordero, prefiero ser cordero con la conciencia tranquila a ser lobo con las fauces manchadas de sangre. No se lo que le ocurrió al lobo para ser lobo. Todo lobo tiene una vida y algo lo llevó a esa situación y a esa forma de actuar. Doy gracias a Dios y a la vida porque a pesar de todas las tormentas por las que pasé, sólo me aparté como mejor pude hacerlo y esperé a que pasaran. Gracia a Dios y a la vida porque puedo conversar con mi propia conciencia. Gracias porque en vez de devolver el mal que me hicieron lo convertí en mi propio aprendizaje.



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