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jueves, 17 de febrero de 2022

CARA DE ÁNGEL/CORAZÓN DE DEMONIO

 El día en que nació nadie podía imaginar el daño que llegaría a hacer.
En apariencia era como cualquier otro ser humano. Pero algo oscuro a medida que crecía también lo hacía con ella.
Aprendió pronto el arte de la hipocresía y la manipulación. Se hizo una gran experta en el teatro de la vida. Su rostro podía disfrazarse de ángel aunque serpientes de envidia y avaricia se retorcieran furiosas en su alma.
El corazón se le disparaba con fuerza, en loca carrera, cada vez que sentía que otra persona tenía mejor fortuna que ella.
Pronto el dinero pasó a ser su principal objetivo. Por el codiciado metal era capaz de cualquier cosa. Las apariencias eran para ella otro aspecto de suma importancia en su día a día.
Pero en realidad...
-¿Qué buscaba aparentar delante de los demás?
-Precisamente aquello de lo que carecía «alma humana y angelical». En el fondo era una terrible cobarde a la que le horrorizaba que descubrieran su doble juego.
Instruida en la más sofisticada manipulación casi siempre conseguía sus metas.
A medida que iba creciendo se empezaba a perfilar su forma de ser, aunque no era fácil, porque en apariencia muchas veces podía pasar por un ángel.
No soportaba que nadie le hiciera sombra. Siempre fue así «Ella o el otro». No se conformaba con menos.
Por eso al ir creciendo dentro de la familia en la que nació fue desplazando a los demás miembros de su misma sangre. Las argucias fueron muchas y muy sofisticadas. Por supuesto siempre encubiertas, con esa habilidad maestra con que manipulaba todo a su alrededor, hasta conseguir los objetivos que se había marcado.
«Cuando el cuco entró en el nido poco a poco hizo caer a los demás huevos a tierra, matando a todos los polluelo. Así consiguió tener el espacio sólo para él.» Esta frase refleja fielmente el proceder de la protagonista de esta historia.
Día a día acabo con todo a su alrededor, por supuesto, todo lo que le estorbaba. Sólo tenía que dejar sueltas las serpientes de egoísmo, envidia y avaricia que llevaba en su interior y el depredador que llevaba dentro cumplía su cometido.
Durante muchos años continuó con su juego, persiguiendo lo único que le había importado siempre «El dinero». Por dinero se cambió la camisa tantas veces que era casi imposible reconocerla.
Por dinero destruyo y ayudó a destruir a su propia sangre. Siempre encontraba la cara y la excusa perfecta para cada ocasión. Por envidia sembró lágrimas a su alrededor y mucho dolor. Las simientes de la envidia dan cosecha abundante y es la vida la encargada de devolver el fruto al que un día lo sembró.
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