Recuerdo mi primera caligrafía, en aquella libreta delgada con dibujitos de puntos a seguir, como pequeños carriles de hormigas.
Me costaba mucho seguir los puntitos y ponía todo mi afán en hacerlo lo mejor posible. Creo que fue entonces cuando apareció mi deseo de hacer las cosas lo mejor posible. No me importaba borrar una y otra vez hasta conseguirlo.
Todavía no sabia escribí bien cuando escribí mi primera historia. La escribí entre palotes y letras más o menos dibujadas.
Esa historia fue mi propio mundo. Podía imaginarla, sentirla y hasta notaba la mágica fragancia que inundaba mi alma infantil. Trataba de un jardín maravilloso, donde brotaban las más bellas flores. Los protagonistas fueron, una preciosa rosa y un clavel tan rojo como la sangre y el amor que surgió entre los dos. Pero mucho antes de empezar a escribir con las manos, ya había escrito con mi mente y había creado otros mundos que iba dibujado en la tierra a modo de libreta. La imaginación era la varita mágica de mi mente infantil. Descubrí la magia de adentrarme en mundos fantásticos, incluso en misteriosa selvas, en las que a medida que se desarrollaba la historia, iba conociendo a mis propios personajes.
Me costaba mucho seguir los puntitos y ponía todo mi afán en hacerlo lo mejor posible. Creo que fue entonces cuando apareció mi deseo de hacer las cosas lo mejor posible. No me importaba borrar una y otra vez hasta conseguirlo.
Todavía no sabia escribí bien cuando escribí mi primera historia. La escribí entre palotes y letras más o menos dibujadas.
Esa historia fue mi propio mundo. Podía imaginarla, sentirla y hasta notaba la mágica fragancia que inundaba mi alma infantil. Trataba de un jardín maravilloso, donde brotaban las más bellas flores. Los protagonistas fueron, una preciosa rosa y un clavel tan rojo como la sangre y el amor que surgió entre los dos. Pero mucho antes de empezar a escribir con las manos, ya había escrito con mi mente y había creado otros mundos que iba dibujado en la tierra a modo de libreta. La imaginación era la varita mágica de mi mente infantil. Descubrí la magia de adentrarme en mundos fantásticos, incluso en misteriosa selvas, en las que a medida que se desarrollaba la historia, iba conociendo a mis propios personajes.
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