Será que el aroma de la próxima Navidad despierta en mi los recuerdos. Quizás sea por eso que vienen a mi mente, como en un libro de grandes ilustraciones, en el que hay muchos episodios de mi infancia. Episodios mágicos que huelen a hierba y a setas que asoman las cabezas con sus sombreritos, tras la lluvia.
Una de las cosas que más me gustaban en mi infancia era pastorear caracoles con sus casitas a cuestas. Me gustaba jugar con ellos y pastorearlos. Ya se que puede resultar un poco extraño el hecho de: "Pastorear caracoles". Mi pastoreo consistía en ponerlos en una lata de tomate vacía y echarles hojitas de lechuga y otras cositas que iba encontrando por la cocina. Cada día los llevaba a una pradera cercana y los dejaba allí, para que fueran para arriba y para abajo entre la hierba. Mi rebaño con su casita acuestas iba dejando un caminitos de plata entre la hierba que me encantaba contemplar
Lo terrible venía cuando mi madre decidía hacer el guiso de caracoles que tanto le gustaba y que se estila en algunos lugares de España, como un platillo muy reconocido y buscado. Cuando eso ocurría, no soportaba verlos en la olla asomando las cabecitas con los cuernos temblorosos, intentando escapar desesperadamente. Me sentía francamente mal pensando en los pobres caracoles que estaban siendo cocinados vivos. Cada vez que mi madre salía de la cocina a buscar algo, yo aprovechaba para rescatar todos los que podía de la olla y me los llevaba para soltarlo en el campo. Cuando mi madre regresaba de sus quehaceres se extrañaba al mirar la olla y darse cuenta de que había descendido el número de caracoles que estaba cocinando y comenzaba a mirar por el suelo y por todas partes para ver si se habían escapado. Pero no encontraba nada en sus pesquisas y el misterio seguía sin resolverse.
¿Qué había ocurrido con los caracoles?
Resultaba extraño que se hubieran escapado de la olla puesta al fuego..
Una de las cosas que más me gustaban en mi infancia era pastorear caracoles con sus casitas a cuestas. Me gustaba jugar con ellos y pastorearlos. Ya se que puede resultar un poco extraño el hecho de: "Pastorear caracoles". Mi pastoreo consistía en ponerlos en una lata de tomate vacía y echarles hojitas de lechuga y otras cositas que iba encontrando por la cocina. Cada día los llevaba a una pradera cercana y los dejaba allí, para que fueran para arriba y para abajo entre la hierba. Mi rebaño con su casita acuestas iba dejando un caminitos de plata entre la hierba que me encantaba contemplar
Lo terrible venía cuando mi madre decidía hacer el guiso de caracoles que tanto le gustaba y que se estila en algunos lugares de España, como un platillo muy reconocido y buscado. Cuando eso ocurría, no soportaba verlos en la olla asomando las cabecitas con los cuernos temblorosos, intentando escapar desesperadamente. Me sentía francamente mal pensando en los pobres caracoles que estaban siendo cocinados vivos. Cada vez que mi madre salía de la cocina a buscar algo, yo aprovechaba para rescatar todos los que podía de la olla y me los llevaba para soltarlo en el campo. Cuando mi madre regresaba de sus quehaceres se extrañaba al mirar la olla y darse cuenta de que había descendido el número de caracoles que estaba cocinando y comenzaba a mirar por el suelo y por todas partes para ver si se habían escapado. Pero no encontraba nada en sus pesquisas y el misterio seguía sin resolverse.
¿Qué había ocurrido con los caracoles?
Resultaba extraño que se hubieran escapado de la olla puesta al fuego..
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.