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miércoles, 26 de agosto de 2015
La tumba (Capítulo II)
Maira hizo un esfuerzo sobrehumano para sobre ponerse al pánico que corría por sus arterias. Torpemente caminó hasta la verja del viejo cementerio y se agarró a ella en un intento inútil de huir de aquel lugar. En el silencio sepulcral de la tarde se dejó oír una voz suave y al mismo tiempo diabólica. Una voz demasiado familiar:
-Maira hija mía ven a mi...Mi nieta querida. Tu abuela quiere abrazarte.
Maira giró la cabeza para comprobar con horror algo que heló la sangre en sus venas. La mujer alta vestida de blanco flotaba sobre su propia tumba. En las manos llevaba un gran cáliz negro por el que manaba un hilo de sangre roja y espesa. De nuevo se dejó oír la voz de ultratumba:
-No tengas miedo hija mía. Sólo quiero abrazarte. Hace tanto que me separé de ti...
Maira la miró con ojos desencajados. No podía dar crédito a lo que estaba contemplando. Era su abuela. Aquella a la que tanto había querido, pero al mismo tiempo algo maléfico brillaba en su mirada. Al fondo chirrió una puerta de hierro... creakkkkkk . Aparecieron dos mujeres vestidas de negro. Llevaban los rostros ocultos con máscaras de escayola. A su lado un hombre enorme y destartalado, con la cabeza terriblemente deformada, la miraba como si quisiera devorarla con el brillo de las pupilas. Todos se cogieron de las manos formando un círculo. Lentamente se acercaron a la muchacha flotando entre la niebla, que de forma misteriosa se había formado en el recinto del cementerio. Maira estaba paralizada. Ni siquiera podía articular palabra alguna.
Sintió las manos frías sobre la piel. El contacto cadavérico y viscoso a un mismo tiempo. El beso frío de la muerte de la que fue su abuela se apoderó de todo su ser, helando su cuerpo y su alma.
El grito sonó desgarrador...ARGHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!
Y todo desapareció ante sus ojos. Su cerebro se detuvo, para
desconectar de aquello que no tenía explicación.
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