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miércoles, 25 de noviembre de 2015
Brumas (Capítulo V)
Querido diario:
Sólo faltan unos días para mi cumpleaños. La tristeza me oprime el pecho y el miedo se ha apoderado otra vez de mi alma. He subido al torreón del castillo buscando respuestas a todas las incógnitas que hay en mi vida. La puerta como como suponía estaba cerrada. Aproveche que Andrei había salido para entrar en su habitación y buscar las llaves. Había un olor extraño en ese lugar. Estaba impregnado de un perfume oscuro con sabor a sangre y a muerte. De alguna forma me recordó cuando la cocinera destripa y desangra los animales en la cocina. Casi me desvanecí y tuve que ponerme las manos en la boca para que las arcadas que estremecían todo mi cuerpo, no delatara mi presencia en el lugar. Apenas localice las llaves salí con rapidez del recinto. Me encaminé hacia la escalera en penumbras que llevan al torreón. Subí los peldaños a tientas, con cuidado para que nadie escuchara mis pasos. La puerta era enorme y muy pesada. Tuve que emplear todas mis fuerzas para abrirla. Cuando por fin conseguí entrar un frío helado me abofeteo las mejillas, podía sentir como recorría mis huesos y me helaba el alma. Mi aliento formaba pequeñas bocanadas de humo. Olía a cosas viejas y a moho. La luz entraba por uno de los grandes ventanales cubiertos por cortinas de terciopelo rojo con bordados negros. De las paredes colgaban antiguas fotografías . En una de ellas estaba el conde con una dama de aspecto delicado y una belleza deslumbrante. Había algo en la expresión de ella que me recordó a la niña del mausoleo. Me aproximé para poder contemplarla con más detalle. El parecido entre la bella dama y la pequeña era asombroso. Los mismos ojos, la misma boca, el mismo cabello. Después de esto me dirigí a uno de los enormes y pesados muebles con tiradores dorados y empecé a abrir cajones. En uno de ellos encontré un paquete de cartas atado por una cinta roja de terciopelo.
-¡Querido diario tenía miedo de que el conde me descubriera hurgando sus secretos y sólo me dio tiempo a leer una de ellas!.
Mi querido y amado esposo Andrei:
Siempre pienso en ti y en todo los momentos maravillosos que hemos vivido. No sufras por nuestra querida Irina. Los médicos tienen fe en su curación y hacen cuanto está en sus manos para conseguirlo. Aún no aciertan a explicarse la extraña enfermedad que la consume día a día. Hoy me preguntó por ti. Me miro con sus hermosos ojos y susurró:
-¿Y mi papá cuando va a venir a verme?.
Amado Andrei no supe que contestarle. No podía decirle lo que ocurre y que lamentablemente no puedes ausentarte del castillo. Espero que cuando esta carta llegue a tus manos, el cariño que las dos te tenemos, te de la fuerza necesaria para guiarte y cumplir con lo más justo para todos.
Sin más recibe el cariño de tu hija Irina y tu esposa Katia. Me quedé perpleja al leer estas líneas.
-¿Así que...el conde tiene una hija?
-¿Qué ha sido de ella?
-¿Dónde está?
No pude seguir leyendo el resto de las cartas por temor a ser descubierta. Ahora ya se donde tengo que buscar las respuestas a muchas de mis preguntas. Por suerte nadie me descubrió.
(21 de enero del 2013)
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