El infierno está cerca,
en esta vida, en cada paso.
Satanás no tiene ojos rojos,
ni rabo, ni cuernos.
Su rostro es de hombre afable,
a veces, hasta de hombre bueno,
pero dentro del hermoso
y apetecible fruto
y apetecible fruto
está el veneno.
En cada paso dado, una gota
de maldad pugna por adueñarse
de la huella de nuestro corazón.
Vuela el alma sobre las nubes de la vida,
a veces sale a flote y otras quizás no.
Satanás raya con las uñas el cristal
de la verdad y confunde nuestro corazón.
No tiene ojos rojo, ni rabo, ni cuernos,
en las manos lleva un libro llamado:
«Alcanzar el fin sin reparar en los medios»
de caligrafía antigua, demasiado conocida,
en él guarda las lágrimas de los inocentes,
de los pobres, de los incautos.
En la última página hay un lugar especial,
donde las rubricas de sangre estampadas están,
de aquellos que consiguieron su ansiado fin
y se ganaron un lugar en el infierno
del Universo, que todo lo engulle, hasta
los más bajos instinto
y mezquinas pasiones.
(11/11/2015)
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