Había una vez una amapola
en medio de un verde trigal,
a la que el viento mecía
a la que el viento hacía danzar.
Había una vez una amapola roja,
roja como la sangre de mis venas,
que se mecía en el viento sola,
que lloraba ,
que gemía sin consuelo,
pobrecita amapola
a la que nadie veía,
a la que nadie escuchaba,
porque todos estaban sordos,
porque todos estaban ciegos
y era su piel de manzana dorada
y la amapola gemía
y la amapola lloraba,
pobre amapola entre el trigo,
tan triste, tan sola,
pobrecita amapola.
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