En la tarde oscura
del gélido invierno
¡Ataron mis manos!
¡Abrieron mi pecho!
¡Como perros hambrientos!
robaron el sol de mis días,
saquearon mi sangre
y se la repartieron...
¡Pero mi alma sigue
aquí dentro!
¡latiendo, latiendo!
No tengo nada, nada tengo.
¡Y aún no contentos,
como perros hambrientos
hurgaron mis sentimientos.
¿Quieren mi alma?
¿Quieren mi corazón?
¡Dios del cielo!
¡como perros hambrientos
me clavaron una espina
en el pecho...!
No tengo nada
nada tengo.
¡Pero mi alma sigue aquí dentro!
¡Latiendo muy fuerte!
¡Latiendo...!
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