Tenía las alas azul cielo
y un tierno y dulce corazón.
Mi pobre corazón azul,
donde los depredadores
son libre para morder
y clava sus garras
con crueldad.
Le había robado la vida
porque no podía robarle
la esencia de su inocencia.
Le clavó las garras
y lentamente la fue
succionando.
Su alma inocente
ni siquiera se movió.
Estaba quieta,
muy quieta
con el frío de la muerte
en su cuerpo sin vida.
Yo la quería salvar,
quería verla desplegar
de nuevo sus alas de seda
sobre el jardín perfumado.
Pero la muerte había
cubierto con la mordaza
del silencio y la quietud
el frágil cuerpecito.
La depredadora oscura
y silenciosa seguía sobre ella,
saqueando su cuerpo sin vida.
La dejo tirada sobre el suelo,
rota y fría.
No se volvería a posar
sobre las rosas perfumadas,
ni sobre e jazmín de nieve.
Pobrecita mariposa
de alas de seda.
Ahora la depredadora
era feliz,
había conseguido
lo que tanto ansiaba,
libar el alma inocente
que ella jamás podría
tener,
aquella esencia
que le estaba vedada
a su corazón envenenado.

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