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martes, 21 de junio de 2022

bullying ¡Cobardes!

 Recuerdo el día en que mi hijo con doce años recién cumplidos se encerró en el baño al llegar del colegio sin decir nada. Sabia que le pasaba algo y que no era bueno.

Así que llame varias veces a la puerta. Cuando salió tenía los ojos enrojecidos y llorosos. Le pregunté que le pasaba pero él no contestaba y al fina dijo:

-Nada

Entonces vi que en una de sus manos tenía un corte profundo.

volví a a preguntar y él seguía sin responder.

Sabia que estaba en peligro. Así que insistí muchas veces, hasta que al final me dijo lo que le estaba pasando.

Con el terror reflejado en sus ojos me pidió que no fuera a hablarlo al colegio porque si lo hacía iba a ser peor.

Le estaban haciendo bullying de forma cobarde. Unos lo hacía y otros los contemplaban sin hacer nada. Incluso muchos de ellos participaban para no ser excluidos del grupo.

Duele más lo que le hacen a un hijo que lo que te hacen en tus propias carnes y si eres madres lo vas a entender demasiado bien. Aquel día me dolió hasta el alma. Fui al colegio para explicarles que mi hijo iba a estudiar y no a pelear, que él en su mochila llevaba libros, no llevaba cuchillos ni navajas. Me dijeron que no podían hacer nada que mi hijo era un niño demasiado bueno. Un niño que no se metía con nadie y que eso provocaba a los otros. Que los otros no iban a cambiar y que el que debía cambiar era mi hijo.

No tengo palabras para esta cobardía y verguenza. Al cabo de años y cuando ya estábamos lejos de aquel lugar mi hijo me contó el resto de la historia. Lo esperaban cada día a la salida del colegio junto con otros más grandes y cobardemente lo amenazaban con un cuchillo. Los perdoné, a pesar de dolor que nos causaron. Pero jamás olvidé su cobardía y falta de empatía. Esos diablos se quedaron atrás en el camino de mi vida. Murieron para mi y dejaron de existir.

Creo que si alguna vez un cobarde intentará hacer algo parecido a lo que le hicieron a mi hijo a algún miembro de mi familia o a mi, que Dios me perdone porque es posible que la persona que hoy está escribiendo estas líneas acabará perdiendo la paciencia y dándole una patada al puzle de la vida. No se si Dios podría entender mi reacción y actitud y el hecho de que esta vez no pudiera contenerme. Ojalá y que la vida no vuelva a ponerme a prueba y me vea en otra situación parecida porque desconozco mi reacción.



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