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martes, 21 de junio de 2022

Y llega un momento en que...

 Y llega un momento en que la gota de agua rebasa el vaso. Y entonces ya no aguantas más mentiras. Las mentiras que provocan nauseas  y ese sabor a vómitos en la boca.
Y empiezan a sobrar hipocresía y palabras vacías y gente que va por la vida persiguiendo algo, sin importar que pisa o a quien pisa. La mayoría de las veces solo se trata de carencias y vacíos, que intentan llenar de la mejor forma que saben hacerlo, esgrimiendo la bandera de la verdad absoluta. La bandera que no existe. Pero tu vida ha cambiado y tú también has cambiado y ves las cosas con los ojos de las experiencias vividas y es hay cuando empiezan a sobrar mentiras, hipocresía y caretas bien maquilladas en tu vida.
Escribir siempre fue mi tabla de salvación y mi válvula de escape. Cuando era chiquita también escribía. Es como si hubiera nacido con la pluma en la mano. Una pluma invisible, que solo podía ver yo. Y siempre que escribía escuchaba la misma frase: 
-Los escritores se mueren de hambre niña. Lo que debes hacer es aplicarte más en los  números. Nunca me lleve demasiado bien con los número. En cambio las letras eran mis fieles amigas y confidentes, con las que siempre hablaba a solas. Porque nuestras charlas eran entre ellas y mi alma.
A nadie se le ocurrió preguntarme si yo quería ser escritora. Como siempre escribía, dieron por sentado que es lo que quería ser. Lo que nadie supo jamás es que yo escribía por pura necesidad. Porque las letras me proporcionaban el oxigeno que necesitaba para seguir viviendo y me permitían crear los mundos más maravillosos que nadie podía imaginar.  


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