Alce el vuelo
como el pájaro
sin horizonte,
como el pájaro
sin noche,
como el pájaro
sin día.
Volé con
las las rotas,
y un gusto a
lágrimas amargas
en los labios
que el alma me partía.
Detrás quedaba
toda la vida mía,
mis momentos,
mis noches,
mis días.
Caminé
con los pies
sangrando,
entre cardos
y espinas,
Moría mi corazón
y no lo sabia,
tenía el alma rota
y no lo sabia.
Lloraban mis ojos,
lloraban mis recuerdos,
lloraba toda la vida mía.
Sin entender el absurdo
y el porqué de las heridas.
Atrás quedó el camino
cubierto de turbia melancolía
Atrás quedó parte del alma mía,
mientras moría lentamente,
agonizando sin saberlo
en mi propia agonía.
¿Por qué?
me repetía.
Sin encontrar respuesta
ni consuelo para mi alma
de muerte herida.
Poco a poco me levanté
de mi propia muerte,
aparté mis propias cenizas,
abrí los ojos y supe
que seguía viva,
que debía seguir
adelante,
aunque me costara la
la propia vida.
Seguí mi rumbo
como un pequeño barco
que se arroja a la deriva.
Me dejé llevar por la corriente
en mis noches y en mis días.
Hubo un tiempo muy lejano,
en que creí estar muerta
y enterrada, en una tumba
sola y fría,
pero estaba viva.
A pesar de la agonía.
A pesar de las heridas,
seguía viva
y no lo sabia.

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