A lo largo de la Historia y desde que el mundo es mundo, las mujeres han sido perseguida y maltratadas de una forma u otra
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La llamaron bruja y la quemaron en la hoguera
y la quemaron en la hoguera.
Ella podía sentir el crepitar
de la leña bajos sus pies,
mientras el calor iba trepando
poco a poco por su cuerpo.
El humo se introducía
en su garganta
y fosas nasales
y ella...ella tosía y lloraba.
Su casa estaba en el bosque
una humilde y pequeña cabaña
con un pequeño huerto del que
alimentaba.
La acusaron de brujería
cuando se secó la cosecha
de la huerta vecina.
Dijeron que fue ella, que la vieron
volar en su escoba, entre los árboles
y que el mismo satanás,
la acompañaba.
Su dorada piel campesina
se quema lentamente, mientras
sentía la injusticia dentro del
del alma.
No, no es el humo lo que ahora
ahoga sus pulmones, ni es el fuego lo que
le quema la piel,
es la terrible injusticia que están
cometiendo, lo que le roba
los últimos suspiros de vida.
¿Cómo han podido llegar
a cometer esta terrible crueldad?
Ella lo sospecha,
sabe que ha sido su vecina
Margarita
la responsable
de su desgracia.
Margarita y su terribles celos.
Y es que hacía tiempo
que el esposo de Margarita
la miraba de una forma
muy especial y tenía
ciertos detalles con ella.
y la envidiosa vecina jugó
bien su carta
y aprovecho la oportunidad
para hacerlo.
Con el último suspiro un cuervo negro
como la noche se posa sobre la cruz,
donde las llamas empiezan a retorcerse.
Tiene los ojos rojos como el fuego
y el plumaje negro como la noche.
Y grazna en el oído de la infeliz una demoledora pregunta:
¿Qué me das a cambio si te permito volver a buscar tu venganza?
La infeliz lo mira con el último hilo de vida y murmura:
-Lo que quieras,
te doy lo que tú quieras.
Y grazna de nuevo el ave infernal:
-Esta bien, que así sea-
¡Quiero tu alma!.
Con los labios reseco, olor a carne quemada,
con el último suspiro
y voz quebrada la infeliz murmura:
-Tómala, es tuya.
¡Ha muerto, ha muerto la bruja!
gritaron todos y empezaron a bailar
alrededor de las humeantes brasas.
Margarita, la vecina celosa y envidiosa
contempla con satisfacción su obra
mientras baila y salta sobre la leña
aún caliente por el fuego.
Y al cabo de un siglo regreso aquella a la que llamaron bruja
y ya no era la misma mujer a la que quemaron viva,
en aquella ardiente hoguera.
Sus ojos eran azules como dos pedazos de cielo
y su piel blanca como la nieve del más crudo invierno.
Y también regreso Margarita.
Pero no era la margarita
que saltaba y bailaba sobre la leña humeante.
Era un joven de ojos negros y cabello azabache
que al ver los dos pedazos de cielo de aquella bella mujer
quedo prendado de su belleza y perdidamente enamorado, sin remedio.

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