A veces me pregunto:
¿Qué harás cuando venga a visitarte la señora de negro?
¿Conversarás con ella?
¿La invitarás a café y le contarás tu propia patraña?
El tiempo va transcurriendo y a todos se nos va escapando poquito a poco, instante a instante, como agua entre las manos.
La señora de negro. La señora de la cara descarnada y la cuencas de los ojos vacías. La que porta la guadaña en una de sus manos y camina pacientemente para recoger lo que le pertenece.
La señora oscura y silenciosa que un día u otro nos acaba visitando a todos. No te hagas la falsa ilusión de que tus artes de convencimientos van a ser tan buena que vas a conseguir engañarla. A ella no hay quien la engañe. Ella es más vieja que el mundo y ya transitaba por él, antes de que la vida respirará en nuestras almas.
¿Qué le vas a contar a ella que no sepa?
Cuando entre por la puerta, la veas acercarse y sientas un escalofrío recorrer toda tu columna vertebral, será en ese preciso instante cuando todas tus caretas se estrellaran en el suelo y entonces sin equipaje la acompañarás a ese lugar que tú has ido creando día a día y poquito a poco, con tu propia maldad. Porque todos creamos nuestro propio cielo y nuestro propio infierno con nuestras acciones y todos tenemos que aceptar nuestras propia responsabilidad de lo que hacemos en esta vida.
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