Mi querido y amado Bécquer, los dos nacimos bajo el mismo cielo y bajo las mismas estrellas. Los dos nos miramos en el espejo del Guadalquivir. Yo te admiro y te admiro de corazón porque siempre entendí demasiado bien tu alma sencilla, humilde y buena. Tu alma romántica y maravillosa. Tu alma llena de amor. Si tu supiera mi amado y admirado Bécquer cuantas personas son capaces de pisar y mancillar, por lucir como la estrellita de esta nuestra querida tierra verde y blanca y por lucir un poquito de tu esencia. Creo que tú sabias todo esto antes de partir de este mundo y y por eso tu alma lloraba como ahora llora la mía. Cuanto los siento amigo mío, creo que los verdaderos poetas murieron hace mucho. Los poetas que no necesitaba de grandes título enmarcados en cuadros de oro y plata, para ser poetas. Muchos de ellos no tenían ni que llevarse a la boca. El humilde cabrerillo que cuidaba sus cabras y del que se rieron los grandes e ilustres sabios que tenían sus ilustres títulos enmarcados entre filigranas Mi querido Miguel Hernández me duele el alma cuando siento el dolor que invadió la tuya..
¡Que lástimas que solo se acuerdan del corazón del poeta cuando deja de latir!
Cuando el poeta muere lo llaman poeta y mientras vive le destrozan el corazón a zarpazos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.